15 de febrero de 2008

El placer de agarrar una paleta y darle a la pelotita

Esfuerzo, sacrificio y constancia, los consejos de Diego Temperley, uno de los mejores jugadores de tenis de mesa de Argentina.

Con un joystick entre sus manos, él es capáz de hacer que el francés Thierry Henry gambetee a uno, dos, tres, cuatro o cuanto rival se le oponga. Con un joystick entre sus manos puede estar alegre o serio, según sea el resultado. Con un joystick entre sus manos quizá no sea el mejor, pero siempre quiere ganar. Así es Diego Martín Temperley, un competidor nato. Y aunque para jugar a la Playstation lleve su propio joystick, lo suyo, hoy por hoy, es el tenis de mesa.
El mejor jugador porteño de los últimos cinco años, y uno de los cuatro más destacados de la Argentina, se encuentra actualmente en la madurez de su carrera tenismesística. Es que a los 25 años le ha tocado la responsabilidad de representar a nuestro país en el Mundial que se realizará en Guangzhou, China, entre el 24 de febrero y el 2 de marzo.
“Creo que es el logro que todo jugador de tenis de mesa sueña. Es lo mismo que en cualquier otro deporte”, dice Diego. “Ponerte la celeste y blanca es una sensación única”.
La frase, aunque de caset, toma sentido para él, quien fue integrante del equipo de mayores que obtuvo el campeonato latinoamericano que se disputó en Medellín, Colombia, en el 2006, y el subcampeonato en el 2005, en Buenos Aires, torneo en el que, además, ocupó el quinto lugar en individuales, luego de perder en cuartos de final con Liu Song, ganador del torneo.
Con diez años de trayectoria, lejos ha quedado aquel primer entrenamiento de Diego, en el que no logró pegarle a las primeras diez pelotas “endemoniadas” que le tiraron; lejos, también, han quedado las risas, propias y la de sus amigos, cuando al fin logró impactar las bolas con la paleta, aunque las tiraba todas afuera de la mesa. De aquellos tiempos, sin embargo, lo cercano es una frase casi mística que, serio, le recalcó su primer entrenador, Hugo Nizetich. “Vos te reís ahora, pero cuando estés en la final de un campeonato nacional, no te vas a reír…”.
Si en ese momento pensó que con este deporte ni a la esquina podía llegar, hoy, en mano, tiene un pasaje con destino a China y, sobre la espalda, una mochila cargada de experiencia. “Uno, cuando comienza algo nuevo, tiene miedo del qué dirán -piensa Diego-, de pasar vergüenza o de no poder afrontar el desafío de hacer algo diferente a lo que venía haciendo. Y muchas veces fracasa. Ahora, cuando uno se propone dar todo para lograrlo, se puede tener la certeza de que va a llegar, o, al menos, de que hizo el intento. Hay otra frase muy linda que dice: `Uno puede actuar y arrepentirse de haber actuado, pero nunca de no haber hecho nada´. Hay que animarse. Para mí, en el tenis de mesa no hay ciencia. Si te esforzás, si te sacrificás y tenés constancia, tarde o temprano los resultados se ven”.
El esfuerzo, el sacrificio y la constancia, justamente, son convicciones en Diego. A mediados de diciembre pasado, cuando se estaba disputando el selectivo para el Mundial y los Juegos Olímpicos, él estuvo a dos puntos de no ir a Guangzhou, pero, finalmente, en un tercer partido de desempate frente al ex olímpico de Mendoza, Oscar Quito González (con el que perdió el primer partido por cuatro sets a tres; ganó el segundo por idéntico marcador, luego de remontar un sexto juego con un tanteador de diez a ocho y con el saque a favor del mendocino, y finalmente lo venció por cuatro a cero), pudo cerrar los ojos, levantar los puños y desahogarse.
“Me corrieron muchas cosas por la cabeza: lo que había entrenado, las cosas que a veces dejo de hacer por el tenis de mesa (familia, estudios, amigos, etcétera, etcétera). Cuando iba perdiendo en el anterior partido 2-3 y 10-8 abajo con el saque de González pensé que era muy difícil dar vuelta el resultado. Estaba cansado y tratando de remontar. Él estaba jugando muy bien y me tenía contra las cuerdas. Por suerte, pude revertir el juego y ganar ese partido. En el momento en que gané sentí alivio; alivio de haber tomado la decisión correcta y seguir entrenando, y dar todo para jugar, día a día, un poco mejor. A mediados del año pasado había tenido un bajón importante y hasta se me había cruzado la idea de largar todo… Pero pude reflexionar y darme cuenta de mis errores para poder superarlos. Fue muy difícil la clasificación, pero con la satisfacción de haberla conseguido”.
Por otro lado, el esfuerzo, el sacrificio y la constancia son combinaciones que Diego aplica en otros ámbitos de su vida. Estudiante de Derecho en la Universidad de Buenos Aires y profesor de tenis de mesa, él mismo siente que sus días deberían durar 30 horas. “Uno tiene que hacer algo más además de jugar al tenis de mesa. Actualmente curso cuarto año de la carrera de Derecho en la UBA. En épocas de cursada voy entre tres y cuatro días por semana. Si bien no soy el paladín del estudio, trato de no descuidarlo. También trabajo entre cinco y seis veces por semana como profe. Es un trabajo que lo hago con mucho gusto, porque es algo que me gusta, pero también me desgasta”.
Todo esto lo lleva a caer en un lugar común, aunque tristemente real. “Es difícil dedicarse al deporte en la Argentina”, afirma. “Entonces uno no puede descuidar otras cosas, y hacer sacrificios a la hora de entrenar, de competir, de estudiar y de trabajar. Quizá yo no corro con la ventaja de poder dedicarme al ciento por ciento al tenis de mesa, lo cual me encantaría. Es muy sacrificado levantarse todos los días a las 8.30 de la mañana y volver a las 22.30, cansado física y mentalmente. No me quejo, tengo una vida linda, pero a veces cuesta mucho”.

Objetivos y motivación
“Trazar objetivos posibles o medianamente posibles de realizar, de eso se trata la vida”, comenta Diego, y agrega: “Mi principal objetivo es prepararme de la mejor manera para llegar cien por ciento al mundial y tener un buen desempeño. Otro objetivo es poder organizarme un poco mejor que el año pasado. El año anterior vivía todo el tiempo a 50.000 por hora y no tenía tiempo para nada. Muchas veces sentía que hacía todo por la mitad”.
Puntualmente en lo deportivo, el jugador porteño, que actualmente es la cuarta paleta argentina en cuanta competencia internacional se realice, espera poder acortar la brecha con quienes se encuentran por encima suyo: Liu Song, Pablo Tabachnik y Gastón Alto. Es quizá ahí en donde encuentra parte de su motivación como competidor.
“A lo largo de los últimos cinco años fui el cuarto jugador a la hora de representar a la Argentina. Mi idea es poder mantenerme ahí y tratar de mejorar mi juego. El tema de la motivación es algo complejo. En el 2002 se retiraron tres de los primeros cuatro jugadores de Fetemba (Federación de Tenis de Mesa de Buenos Aires), y ahí, aunque suene soberbio decirlo, tuve una época en la que ganaba fácil todos los torneos. Pero hoy, gracias al excelente trabajo que están haciendo los entrenadores y dirigentes, el tenis de mesa ha crecido mucho. Han salido nuevos talentos, lo que hace que la competencia sea mucho más pareja y divertida. Hoy por hoy hay toda una gran camada de jóvenes que me exigen muchísimo a la hora de jugar un torneo”.
-Es obvio que el tenis de mesa ocupa un lugar importante en tu vida, pero ¿qué es para vos el tenis de mesa?
-El tenis de mesa cambió mi vida. Siempre me ayudó a sobrellevar problemas personales y fue mi refugio, muchas veces. Cuando tenía un problema grave, trataba de utilizarlo como cable a tierra, aunque sea por unas cuantas horas. Gracias al tenis de mesa, me considero una persona sana y con muchos proyectos deportivos y personales. No sé qué hubiera sido de mí de no haber conocido este maravilloso deporte. Aparte, me hizo descubrir un mundo de personas excelentes, un clima de cordialidad, compañerismo y diversión, como pocas veces pude disfrutar. “Somos pocos y nos conocemos mucho”, ese es el eslogan del tenis de mesa. Somos una gran familia que disfruta y siente placer a la hora de agarrar una paleta y darle a la pelotita.
Queda claro que aunque Diego Temperley, con un joystick entre sus manos, sea capáz de hacer que el francés Thierry Henry gambetee a cuanto rival se le oponga, lo suyo, hoy por hoy, es el tenis de mesa.